domingo, 24 de noviembre de 2013

Cafés, Fondas, Boliches y Bodegones en Devoto y Villa del Parque

Villa de Parque y Villa Devoto son dos barrios muy conocidos del noroeste de la Ciudad de Buenos Aires.  Si hablamos del primero, su nombre deriva de la proximidad con el otrora llamado Parque del Oeste, es decir, la zona que hoy denominamos Agronomía. Como solía ocurrir en ese entonces, fue el emplazamiento de la estación del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico (actual San Martín) lo que dio origen a los primeros loteos de tierras con fines urbanísticos,  que comenzaron en  1907  y  1908  a cargo de la firma Guerrico y Williams. Pocos años más tarde, la llegada de las líneas de tranvías  (luego colectivos) 83 y 84 consolidó el incipiente establecimiento de habitantes y comercios, en especial almacenes de ramos generales con despacho de bebidas. Según los registros históricos barriales, uno de los pioneros fue cierto ejemplar  llamado El Globo, situado en la calle Melincué 3219. Su amplio depósito contenía los más diversos materiales, tanto de uso gastronómico como de mercaderías en general.


Bastante  después  surgieron  locales  de  mayor especificidad en cuanto a rubro, como el café y bar Monterrey, de Nazca y Álvarez  Jonte, que abarcaba toda la esquina con un toldo de lona que rápidamente era recogido cuando comenzaba a llover. Sus propietarios eran los hermanos López,  y  en  su interior  se  podía apreciar la cafetera a vapor niquelada, así como amplios espejos que “agrandaban” las dimensiones del local. En Nazca al 2900 existió una especie de fonda que hacía las veces de bar y restaurante: era La Gran Cantina Italiana, frecuentada   casi   siempre   por   obreros   de   esa nacionalidad. Sus instalaciones incluían una glorieta con glicinas y dos canchas de bochas al estilo más típico, especialmente por el contador de tantos en madera con números rojos escritos burdamente a mano. Otros recordados son el Café y Bar Bijou, ubicado junto al cine teatro homónimo (Cuenca 2732) y el Café y Bar Macías, de Nogoyá 3258. Este último también contaba con su cancha de bochas, a la que concurrían los trabajadores del Mercado Municipal sito en Cuenca y Nazarre.


El vecindario de Villa Devoto posee una historia relativamente similar en cuanto a su antigüedad  (principios del siglo XX), aunque tenía un reducto pulpero cuyo origen es anterior a los inicios de la urbanización. Hablamos de El Antiguo Cimarrón, que se mantuvo por más de un siglo en la esquina de Avenida San Martín y Fernández de Enciso. En sus comienzos, todo a su alrededor era campo y resultaba una parada obligada para las carretas que venían desde Cuyo, como también para los lecheros vascos que iban hacia la localidad de San Martín. Otro local del mismo tenor fue La Figura (José Pedro Varela y Lope de Vega), en cuyo frente había grandes bebederos de zinc –con molino de viento propio- para uso de los animales que formaban los arreos provenientes de la provincia. Como casi todas las de su mismo género, estaba construida en adobe y sus pisos eran de tierra, que se regaban regularmente para evitar las polvaredas generadas por las alpargatas de los paisanos.


Con el correr del tiempo se instalaron muchos otros comercios pertenecientes a la actividad, entre los cuales destacamos los siguientes:

- La Banderita, en General Paz y Marcos Paz. El nombre se debe a la enseña patria colocada en un mástil sobre su techo.
- Almacén de Cerbeto, sobre la esquina de Lope de vega y Asunción. Solía organizar fiestas los días domingos con juegos de taba, bochas, sapo y carreras cuadreras.
- La Palmera (Bermúdez casi José Luis Cantilo) Debía su denominación a la enorme palmera que se alzaba, algo insólita, en la vereda del lugar.
- Rugby Bar, muy frecuentado por los integrantes de la colectividad inglesa. Poseía una gran glorieta.
- Rodis Bar, en Fernández de Enciso llegando a Nueva York. Famoso por las grandes reuniones políticas que allí acontecieron.
- Café y Bar Alemán, dotado de cancha de bolos. Su propietario original, Juan Schramal, era un patriota germano de la vieja guardia que atesoraba el retrato enmarcado del Kaiser Guillermo II en una de las paredes.


Por supuesto, no se puede completar una reseña barrial de Villa Devoto sin mencionar al Café de García, aún hoy existente y declarado bar notable por el  Gobierno  de  la  Ciudad  de  Buenos  Aires. Inaugurado por 1950 en su misma ubicación actual (Sanabria y José Pedro Varela), cuenta en nuestros días con una colorida ornamentación de objetos, fotos, carteles y todo tipo de adornos antiguos. El letrero en su entrada, que incluye los nombres de Metodio y Carolina, alude a los padres de los propietarios. Es uno de esos lugares que deberían ser visitados aunque sea una vez, con  tranquilidad y espíritu de observación, para tomar un café como en los viejos tiempos.


miércoles, 13 de noviembre de 2013

Viejos consumos en el cine nacional: Mercado de Abasto (1955)

Promediaba la década de 1950 cuando la edad de oro del cine argentino todavía se mantenía firme. En ese contexto, muchas eran las obras que centraban su enfoque en la vida cotidiana de la población. Una de ellas logró convertirse en un clásico por diversas razones, empezando por el destacado grupo de actores y actrices que la protagonizaron. Se trata de Mercado de Abasto, la celebérrima película del no menos afamado director Lucas Demare que transcurre casi íntegramente en el legendario punto comercial de marras y sus inmediaciones (1). Por el escenario y la temática plasmados en el film, son casi incontables las situaciones en las que se pueden observar los usos de la época en cuanto al consumo de alimentos,  bebidas  y tabacos.  De esa miríada de momentos elegimos tres ejes centrales para destacar: ellos son el mercado propiamente dicho, el picnic y el bodegón.


A poco de comenzar la cinta podemos ver al gran Pepe Arias en el papel de Lorenzo, consignatario del mercado enfrascado en distintas discusiones con sus proveedores. Entre regateos por ciertos cajones de verdura “pasada” y un lote de berenjenas con hongos, el personaje se dirige a una de las escaleras mecánicas que comunicaban las diferentes plantas del enorme establecimiento (2).  En el plano largo se aprecia con claridad un gran cartel de Ginebra Bols y en el posterior plano corto vemos a un individuo semicalvo encendiendo y luego pitando su cigarro toscano inmediatamente detrás de Arias: algo muy propio del lugar (los puesteros del Abasto eran grandes fumadores de toscanos, según algunos historiadores memoriosos de la Ciudad de Buenos Aires) y bastante frecuente en una época en la que las prohibiciones al tabaco eran  harto escasas.


Poco después aparece otra de las estrellas de la película:  Tita  Merello  (Paulina), puestera dedicada a una actividad que ya no se ve en los ámbitos urbanos. En efecto, la imagen expone a la mujer desplumando una gallina con rapidez y destreza. En esos años, las aves llegaban vivas a los grandes mercados concentradores  (había trenes con vagones especiales dotados de jaulas para gallinas, pollos y patos) y recién allí eran “procesadas” para la venta final. Con todo, algunas amas de casa preferían realizar por sí mismas el sacrificio y la limpieza de los plumíferos, por lo que no era raro ver a las vecinas transportando gallináceas vivas hasta sus domicilios.


La secuencia del picnic es quizás la más famosa, dado que en ella Tita Merello canta el tango Se dice de mí, que pasó a la posteridad como una de sus interpretaciones más logradas. Habría mucho para decir respecto de los consumos visibles, pero resulta más importante señalar la virtual desaparición de esa modalidad gastronómica y festiva de tipo grupal, tan extendida en otras épocas. Vinos y bebidas en botellas, botellones y damajuanas, viandas transportadas en canastos y otros elementos propios de la situación dominan todos los planos.


Hete aquí que la citada Paulina es también propietaria de un bodegón emplazado justo enfrente del mercado bajo el nombre La Flor del Abasto. En cierto momento del film la protagonista se casa con el villano interpretado por Juan José Miguez (Jacinto) y realiza la fiesta dentro del comercio de referencia, lo que nos permite ver las típicas estanterías adosadas a las paredes e incluso rodeando a las columnas, todas ellas rebosantes de botellas. Al día siguiente el negocio vuelve a funcionar con normalidad, y en un paneo tan  rápido como invalorable se aprecia una de aquellas recordadas cajas registradoras, con la salvedad de que en ese entonces funcionaban como algo normal y no eran piezas de museo.


Así culmina el repaso de esta entrañable creación del cine nacional en sus mejores tiempos, cuando la actividad  representaba un orgullo para la nación y una fuente de trabajo para miles de personas. Y lo mismo sucedía con los mercados (3), que ya casi no existen como tales, excepto alguna honrosa excepción.

Notas:

(1) Breve ficha técnica: “Mercado de Abasto”. Dirección: Lucas Demare. Guión: Sixto Pondal Ríos. Intérpretes: Pepe Arias, Tita Merello, Juan José Miguez, Pepita Muñoz, Luis Tasca. Estrenada el 3 de febrero de 1955.
(2) El Mercado de Abasto fue inaugurado en 1889, pero su edificio más conocido se construyó en 1934 sobre una superficie de 25.000 metros cuadrados. Era sito en la Avenida Corrientes al 3200, donde ahora se levanta un shopping que conserva parte de su fachada principal. Contaba con cuatro niveles que incluían dos subsuelos, una planta baja y un primer piso. El segundo subsuelo correspondía al sector de concentración de productos del interior y depósito, en el primer subsuelo se desarrollaba la venta de carne en remate público, en la plata baja se ubicaba el comercio mayorista, y en el primer piso la venta minorista.


(3) En la entrada del 17/01/2013 analizamos la historia de los viejos mercados porteños. 

martes, 5 de noviembre de 2013

El poder nutritivo de los alimentos según Caras y Caretas de 1905

Mi madre me contó cierta vez que una tía suya se había dedicado  a “engordar” chicas adolescentes. Mi sorpresa ante tamaña actividad fue tan grande como la que deben sentir los lectores al escuchar semejante cosa. Sin embargo, la cuestión era real. En aquellos días (calculo que por el decenio de 1940), la extrema delgadez se consideraba un mal síntoma,   especialmente en el caso de las mujeres,   quienes  debían  verse “rozagantes” -como se decía entonces- para ser valoradas como personas  normales y saludables. Esta cualidad equivalía a ostentar un peso que hoy se considera excesivo a todas luces. Pero nada impedía, en aquellos años, que algunas de las mejores familias de Buenos Sires enviaran a sus jóvenes hijas a pasar varias semanas en la localidad bonaerense de  Mercedes  con el propósito de ser literalmente cebadas por  la tía  en cuestión, mediante una dieta rica en elementos nutritivos, o al menos lo que entonces se consideraba como tales.


Esta anécdota marca muy bien el abismo cultural que nos separa del pasado (del que hemos hablado en alguna ocasión), poniéndonos frente a una costumbre insólita para nuestro parámetros actuales de comportamiento, ya que el simple hecho de engordar es visto hoy exactamente al revés que hace cincuenta o cien años. Por esa misma razón vamos a poner bajo la lupa un curioso artículo aparecido en  la  legendaria  Caras  y Caretas el 1°  de  Julio  de  1905 bajo el título  Lo que alimenta la comida  y la bajada Comestibles en vez de medicinas: lo que se debe comer y lo que se debe beber. La nota expone una especie de valoración nutricional según los productos de consumo masivo más comunes de aquel entonces, comenzando con la frase “el secreto de la salud está en la comida”. Luego sigue: “esta es la afirmación que están dispuestos a sostener en nuestros días los médicos más eminentes del mundo entero”.  Básicamente, el escrito acompaña las figuras expuestas en el centro de la página, en las cuales la porción oscura indica el “poder nutritivo” de cada alimento o bebida analizado.


Respecto de las carnes, la reseña apunta que “son muchas las personas que consideran la carne de vaca la más alimenticia; los datos suministrados por la ciencia demuestran que lo es más la de cordero”. Más adelante postula lo siguiente: “entre ésta y el cerdo, en cambio, la diferencia es insignificante, siempre que lo que se tome del cerdo no sea el jamón, pues éste es más nutritivo que el cordero, y todavía lo es más el tocino, en el que la sustancia nutritiva llega al 81,5 por 100”. Luego siguen las aves y pescados, sobre los que  se indica, respectivamente: “de las aves, el ganso es la más alimenticia, y después el pavo. Entre los pescados, el bacalao no tiene mucho de nutritivo; la anguila, en cambio, lo es en alto grado”  (1).     A continuación viene una especie de “elogio del azúcar” bajo la consigna “la ciencia reconoce hoy en el azúcar la más nutritiva de todas las sustancias alimenticias”. Así lo confirma su espacio en el gráfico, ya que la parte oscura ocupa prácticamente  todo el cubículo.


Al momento de las bebidas, el examen periodístico afirma que la leche es la más nutritiva entre las que no contienen alcohol (del agua ni se habla), mientras que en las alcohólicas no importa su valor nutritivo, sino la proporción espirituosa que contienen. Por supuesto, con ese razonamiento, el ron lleva la delantera respecto de los vinos y las cervezas.  El detalle de los cuadritos nos indica las siguientes valoraciones en cada grupo, de mayor a menor:

Carnes y aves: tocino, ganso, pavo, jamón, cordero, vaca, pollo, cerdo y ternera.
Pescados y frutos de mar: anguila, arenque, langosta, trucha, bacalao (2)
Vegetales varios: cebolla, coles, zanahorias, coliflor, lechuga, espárragos.
Harinas, legumbres y derivados: harina, macarrones, tapioca, arroz, pan, guisantes.
Frutas frescas y secas: castañas, bananas, uvas, manzanas, tomate, melón.
Lácteos, huevos y azúcar: azúcar, manteca fresca, manteca salada, queso gruyere, queso de chester, leche condensada, huevos.
Infusiones y leche: leche fresca, chocolate, té con leche y azúcar, té, café.
Vinos: oporto, jerez, Borgoña, Rioja clarete, Champagne.
Otras bebidas: ron, coñac, ginebra, cerveza blanca, cerveza negra, sidra, cerveza “corriente”.


Una verdadera curiosidad, ¿no es cierto? ¿Qué opinarían hoy los nutricionistas sobre estos postulados? Pero claro, no debemos olvidar lo dicho al principio: cien años es un océano de tiempo capaz de modificar las costumbres, los lugares y las personas en forma contundente. Tanto como para que la manera de alimentarse allá por 1905 nos parezca, en nuestros días, bastante insólita.

Notas:

(1) Huelga decir que todo el estudio en cuestión se basa en los limitados conocimientos de  la  época. Al  parecer,  el  concepto  de  “nutritivo”  estaba  relacionado  casi proporcionalmente con el poder calórico y la materia grasa contenida en los distintos comestibles. En el caso de las bebidas no lo dice directamente, pero la inferencia lógica que se obtiene de los gráficos correspondientes indica que su valor nutricional se establecía en relación con el contenido alcohólico: a mayor graduación, mayor nutrición. 
(2) En este punto resulta sospechosa la ausencia total de los ejemplares ictícolas más frecuentados por los argentinos de ese entonces en Buenos Aires y el Litoral: pejerreyes, dorados, pacúes, palometas y un largo etcétera. No quiero ensuciar la memoria de personas fallecidas hace muchas décadas, pero es probable que el artículo de marras no sea otra cosa que una copia casi fiel de algún escrito similar publicado en medios gráficos de Europa. Desde luego que no tengo esa certeza, pero la mención  sistemática de alimentos que no eran ni son frecuentes en nuestro país (la col, por ejemplo), así como la ausencia de otros que sí lo eran, levanta un cierto manto de suspicacia al respecto.