Muchas veces solemos remitirnos a la definición del
diccionario para comenzar el análisis de algunos tipos del comercio pretérito.
En este caso, la palabra almacén puntualiza,
básicamente, al “sitio donde se tienen mercaderías para su custodia o venta”.
Eso es esencialmente correcto, pero llevado al terreno nacional histórico
adquiere facetas diferentes y más amplias. Hubo, en nuestro país, almacenes de
campo y de ciudad, grandes y chicos, céntricos y barriales. En ciertas épocas,
también, se llamaba almacén al bar tipo bolichón que tanto abundaba en las
esquinas de las metrópolis argentinas. Y en muchos casos, tales sitios tenían
una función múltiple: eran almacenes con
despacho de bebidas, o directamente fondas con anexo almacén (1). De un modo u otro, su estampa resultó
inconfundible hasta finales de la década de 1980.
La evolución del perfil almacenero patrio data de los
tiempos de la colonia, y bien puede decirse que ese desarrollo nació a partir
de las primitivas pulperías. El paso de los años dotó a los locales en cuestión
de facetas heterogéneas según épocas y lugares. El “almacén de campo”, por
ejemplo, tuvo siempre una silueta propia y bien diferenciada de su similar
urbano, especialmente por la mayor variedad de mercaderías ofrecidas a sus
clientes, en sitios donde casi no había otros comercios para proveerse. Así, a
los todos productos alimenticios y las bebidas imaginables, envasados o
sueltos, se sumaban tabacos, artículos de tocador, objetos de bazar (mates,
pavas) y cuanto enser fuese necesario para la actividad rural, como alpargatas,
bombachas de campo, velas, grasa de potro y efectos del jinete, entre otros. Al
igual que en las ciudades, los almacenes camperos solían contar con un
mostrador para la provisión de bebidas, lo que los convertía en puntos de
reunión dentro de las entonces numerosas comunidades que salpicaban nuestra
geografía.
En las ciudades, mientras tanto, el almacén se volvió más
sofisticado a partir del siglo XX, conforme aumentaba geométricamente la
cantidad de marcas disponibles para el consumo. Tal vez pocos recuerdan las bebidas alcohólicas expendidas
directamente de los barriles (una costumbre que pervivió hasta los años 40 en
las ciudades y hasta los 60 en el campo),
el despacho al peso de fideos secos, azúcar, harina y otros artículos
que hoy sólo se venden fraccionados, las viejas latas de galletitas con su
clásica “ventanita” de vidrio, o los tarros de caramelos para venta y “yapa”.
Eran los días en que las compras demandaban una buena parte de la jornada según
las diferentes especialidades requeridas por las sufridas amas de casa de la
época: había que ir diariamente a la carnicería, la verdulería, la
panadería y el almacén, como mínimo, en una rutina que suponía colas y esperas,
aunque siempre matizadas con charlas y chismes.
Algunos locales del tipo que nos ocupa ampliaban su espectro clientelar
con el agregado de rubros ajenos al concepto primigenio que les dio origen.
Así, amén de los anexos de bar o fonda, había locales con fiambrería, con
rotisería y con kiosco, por mencionar solamente algunas de las variantes que
supieron darse al respecto. Muchos de los mejor ubicados (en el centro o en
barrios de buen poder adquisitivo) llegaron a transformarse en comercios
verdaderamente importantes por tamaño, jerarquía y cantidad de empleados, en los
que se ofrecían productos de la mejor calidad, nacionales e importados
Era un modo de vivir distinto, cuando las personas tejían sus relaciones muy cerca de sus hogares, en vivo y en
directo, sin necesidad de redes sociales u otros discutibles recursos de
nuestra era. Por supuesto, la ultra modernidad no perdonó a tan vieja y
querible metodología del comercio. La aparición de los supermercados vino a dar
el tiro de gracia que faltaba, y eso pasó no hace mucho. No obstante, como
decimos siempre, quedan los buenos recuerdos, las imágenes, los testimonios y
las anécdotas. Y para rescatar eso, precisamente, existe este blog.
Notas:
(1) En la entrada del 22/4/2012 nos referimos a las fondas
con anexo almacén, de acuerdo con una vieja película del cine nacional.
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