sábado, 8 de junio de 2013

Estampas del comercio antiguo: los almacenes

Muchas veces solemos remitirnos a la definición del diccionario para comenzar el análisis de algunos tipos del comercio pretérito. En este caso, la palabra almacén puntualiza, básicamente, al “sitio donde se tienen mercaderías para su custodia o venta”. Eso es esencialmente correcto, pero llevado al terreno nacional histórico adquiere facetas diferentes y más amplias. Hubo, en nuestro país, almacenes de campo y de ciudad, grandes y chicos, céntricos y barriales. En ciertas épocas, también, se llamaba almacén al bar tipo bolichón que tanto abundaba en las esquinas de las metrópolis argentinas. Y en muchos casos, tales sitios tenían una función múltiple: eran almacenes con despacho de bebidas, o directamente fondas con anexo almacén (1). De un modo u otro, su estampa resultó inconfundible hasta finales de la década de 1980.


La evolución del perfil almacenero patrio data de los tiempos de la colonia, y bien puede decirse que ese desarrollo nació a partir de las primitivas pulperías. El paso de los años dotó a los locales en cuestión de facetas heterogéneas según épocas y lugares. El “almacén de campo”, por ejemplo, tuvo siempre una silueta propia y bien diferenciada de su similar urbano, especialmente por la mayor variedad de mercaderías ofrecidas a sus clientes, en sitios donde casi no había otros comercios para proveerse. Así, a los todos productos alimenticios y las bebidas imaginables, envasados o sueltos, se sumaban tabacos, artículos de tocador, objetos de bazar (mates, pavas) y cuanto enser fuese necesario para la actividad rural, como alpargatas, bombachas de campo, velas, grasa de potro y efectos del jinete, entre otros. Al igual que en las ciudades, los almacenes camperos solían contar con un mostrador para la provisión de bebidas, lo que los convertía en puntos de reunión dentro de las entonces numerosas comunidades que salpicaban nuestra geografía.


En las ciudades, mientras tanto, el almacén se volvió más sofisticado a partir del siglo XX, conforme aumentaba geométricamente la cantidad de marcas disponibles para el consumo.   Tal vez pocos recuerdan  las bebidas alcohólicas expendidas directamente de los barriles (una costumbre que pervivió hasta los años 40 en las ciudades y hasta los 60 en el campo),  el despacho al peso de fideos secos, azúcar, harina y otros artículos que hoy sólo se venden fraccionados, las viejas latas de galletitas con su clásica “ventanita” de vidrio, o los tarros de caramelos para venta y “yapa”. Eran los días en que las compras demandaban una buena parte de la jornada según las diferentes especialidades requeridas por las sufridas amas de casa de la época: había que ir diariamente a la carnicería, la verdulería, la panadería y el almacén, como mínimo, en una rutina que suponía colas y esperas, aunque siempre matizadas con charlas y chismes.  Algunos locales del tipo que nos ocupa ampliaban su espectro clientelar con el agregado de rubros ajenos al concepto primigenio que les dio origen. Así, amén de los anexos de bar o fonda, había locales con fiambrería, con rotisería y con kiosco, por mencionar solamente algunas de las variantes que supieron darse al respecto. Muchos de los mejor ubicados (en el centro o en barrios de buen poder adquisitivo) llegaron a transformarse en comercios verdaderamente importantes por tamaño, jerarquía y cantidad de empleados, en los que se ofrecían productos de la mejor calidad, nacionales e importados


Era un modo de vivir distinto, cuando  las personas tejían sus relaciones  muy cerca de sus hogares, en vivo y en directo, sin necesidad de redes sociales u otros discutibles recursos de nuestra era. Por supuesto, la ultra modernidad no perdonó a tan vieja y querible metodología del comercio. La aparición de los supermercados vino a dar el tiro de gracia que faltaba, y eso pasó no hace mucho. No obstante, como decimos siempre, quedan los buenos recuerdos, las imágenes, los testimonios y las anécdotas. Y para rescatar eso, precisamente, existe este blog.

Notas:


(1) En la entrada del 22/4/2012 nos referimos a las fondas con anexo almacén, de acuerdo con una vieja película del cine nacional.

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