lunes, 27 de mayo de 2013

Viejos consumos en el cine nacional: Un guapo del 900 (1960)

El guapo, ese vocablo que adquiere sentido especial en el Río de la Plata, encarnó siempre a una figura de leyenda por su coraje y su sentido del honor, aunque resulta históricamente indiscutible que el sujeto de marras fue utilizado con oscuros fines políticos en no pocas oportunidades. Son sumamente cuantiosas las obras de la literatura y el cine que hacen alusión al vínculo entre los guapos y la llamada “vida de comité” durante el período que va de 1880 a 1930. En tal sentido, una de las piezas culturales de referencia es la película Un guapo del 900 (1), dirigida por el renombrado Leopoldo Torre Nilsson y protagonizada por el no menos prestigioso actor Alfredo Alcón. Como para completar tan consagrado cuadro, el film está basado en la obra teatral homónima de Samuel Eichelbaum (1894-1967), considerado  uno de los dramaturgos más importantes de su tiempo


A lo largo de la cinta se puede apreciar  cierta cantidad de escenas bien logradas en el sentido visual y evocador del ambiente de época. Entre ellas, elegimos una que aparece a poco de comenzar el rodaje, que involucra a dos de los personajes centrales: Ecuménico López, el guapo, y Doña Natividad, la madre del guapo, mujer rústica de mirada torva y carácter irascible. La secuencia se inicia con un lento paneo sobre el típico boliche de comienzos del siglo XX, con el mostrador, el grifo estilo cisne  y todos los elementos propios de ese tipo de reductos. Vale destacar la más que correcta recreación ambiental en tiempo y espacio, especialmente por el detalle de las botellas de gres (claras) que se observan en las estanterías. De hecho, pocos largometrajes nacionales han sido tan cuidadosos en semejante punto (2).


Luego ingresa la mencionada señora Natividad con dos personajes (también guapos) amigos de su hijo. En el diálogo podemos saber que aquella los convence de esperar a Ecuménico hasta que éste se haga presente en el local, ya que deben resolver algunos asuntos pendientes relativos a la política del barrio. Al instante efectúan el pedido de rigor: uno de los hombres pide un suissé, mientras el otro solicita una caña con limonada. Pero el primero lo convence de modificar su petición por otro suissé, que según él es “más fresco”. Su compañero cambia entonces de parecer y reclama un “suissé sin goma”. ¿A qué se refiere? Bien, se trata de otra joyita que delata la buena información de los guionistas respecto a los tiempos que intentan recrear. En efecto, hacia 1900, suissé era uno de los sinónimos del ajenjo (3) y la “goma” resultaba alegórica del llamado jarabe de goma, especie de almíbar elaborado con goma arábiga, servido junto con la amarga bebida en reemplazo del clásico terrón de azúcar (4). Finalmente, interrogada la cerril mujer respecto a lo que desea tomar, ella sentencia: “para mí un vino, yo no cambeo nunca, ni que llamen a degüello” (5). Las bebidas son servidas, Doña Natividad apura su vaso y rápidamente pide otro.


Segundos después aparece Ecuménico y entabla la conversación esperada con los dos individuos, en la que no faltan los improperios, las amenazas y las escaramuzas propias de aquellos enfrentamientos malevos. Mientras todo ello sucede, Doña Natividad (que a esta altura demuestra tener algunos problemas con el alcohol), sigue solicitando y consumiendo con fruición sus vasos de vino, uno tras otro.


Su hijo, ya libre de la reyerta, advierte la conducta de bebedora consuetudinaria que afecta a su progenitora y le recrimina: “no tome más vieja, le hace mal, ya se lo dije”.  Haciendo oídos sordos a tales súplicas, la doña reitera su pedido. El hombre, decidido a terminar con el asunto, ordena a la joven detrás del mostrador: “no le sirva nada”. Pero Doña Natividad no está dispuesta a recibir imperativos de ninguna naturaleza, y ante el estupor de los parroquianos presentes le estampa un tremebundo sopapo al Ecuménico, que queda aturdido y humillado mientras escucha de su fiera mama, entre otras frases de ruda autoridad maternal: “a mí me vas a respetar”.


Suissé, vino tinto, caña con limonada, sopapos, peleas de guapos y madres de guapos, todo en un bodegón arquetípico del cambio de siglo XIX al XX. Más que interesante película, que hemos analizado como testimonio de una época.


Notas:

(1) Breve ficha técnica: “Un guapo del 900”. Dirección: Leopoldo Torre Nilsson. Guión: Leopoldo Torre Nilsson y Samuel Eichelbaum. Intérpretes: Alfredo Alcón, Lydia Lamaison, Arturo García Buhr, Duilio Marzio, Beto Gianola. Estrenada el 17 de Agosto de 1960.
(2) Los envases de gres fueron muy populares en la segunda mitad del siglo XIX para bebidas como la cerveza y la ginebra. Los que aparecen en la película parecen ser de cerveza, del tipo comúnmente llamado “chancho”. En la entrada del 7/12/2011 nos referimos a estas botellas otrora  tan comunes, incluso más que las de vidrio.
(3) Pronunciada erróneamente como palabra aguda, suissé era, con grafía francesa, Suiza, país de origen del ajenjo.
(4) Goma arábiga es una resina vegetal que se extrae de la acacia en forma sólida o líquida. Aún se utiliza en la industria alimenticia por su condición natural.


(5) Texto fiel al guion teatral de Eichelbaum, pronunciado en la cruda jerga criolla.

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