De manera concomitante, la naciente industria del vino
austral iba adquiriendo el perfil que la caracterizaría para siempre, marcado a
fuego por el clima y el suelo del terruño. En primer lugar, predominio absoluto
de cepas finas, de baja producción y madurez paulatina, con un ciclo vegetativo
no demasiado extendido. Fue así que los primeros viñateros ya se inclinaron por
plantar Malbec, Pinot Noir, Sauvignon Blanc y Semillón, aunque los relatos de
la época (1) también señalan al Cabernet Sauvignon entre las principales uvas
de calidad. El Merlot fue introducido algunos años después por Humberto Canale
y Patricio Piñeiro Sorondo en forma casi simultánea, dándole a la región otro
de sus mejores créditos tintos. La historia posterior demuestra que las
variedades comunes siempre existieron, pero en cantidades muy limitadas. No era
una zona propicia para grandes rendimientos ni volúmenes fabulosos, aunque
llegaría el día en que el afán por competir con la poderosa región de Cuyo en
el terreno de los vinos bastos y ordinarios la iba a llevar al borde de la
extinción.
La primera etapa, embrionaria y experimental, fue
consolidándose en la década de 1920 con la instalación del suficiente número de
bodegas como para hablar de una vitivinicultura regional en serio. Las
estadísticas vitícolas de antaño así lo reflejan: 5000 hectáreas en 1929 y 9000
en 1933. Luego hubo un prolongado estancamiento de veinte años, producido por
una ley que gravaba fuertemente la implantación de vides. Con todo, los
indicios demuestran que esa fue la mejor época en el pasado de los vinos del
sur. La gran cantidad de uva fina se acoplaba perfectamente a las bodegas bien
equipadas, que vinificaban productos de una calidad más que respetable para los
parámetros de la época. Pero existía también la contrapartida de los
emprendedores muy pequeños, sin conocimientos técnicos de bodega, con viñedos
mezclados y cepas de identidad confusa. A ello se sumaba el inconveniente más
peligroso de todos, que a la larga resultaría mortífero: la mayoría de las
bodegas se conformaba con una modesta comercialización en el ámbito local, sin
la menor intención de extenderla a las ciudades más importantes del país.
Canale y Barón de Río Negro fueron las excepciones a la regla; no por
casualidad la primera de ellas fue la única que logró sortear todas las crisis
para llegar sana y salva hasta nuestros días.
CONTINUARÁ…
Notas:
1) En la década de 1910, dos especialistas franceses
visitaron la región. Ellos fueron J.A. Doleris (1910) y Louis Ravaz (1916), quienes escribieron
sendos libros relativos al potencial productivo del norte patagónico con
énfasis en la industria de la vid y el vino. Esas obras se llamaron Le Nil Argentin y La vigne en Argentina, respectivamente. Son los únicos testimonios documentados sobre los
inicios de la vitivinicultura austral, con la ventaja de provenir de fuentes
independientes, expertas y confiables.
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