sábado, 8 de septiembre de 2012

Estampas del comercio antiguo: las confiterías

Una definición  bastante acertada de la palabra confitería es la del lugar en el que se elaboran confituras, pasteles y diferentes productos de la repostería. Los diccionarios de la lengua castellana añaden que según cierto americanismo -muy extendido-  el vocablo se utiliza como sinónimo del bar, el café o el despacho de bebidas. Por supuesto, los idiomas no siempre son capaces de recrear el sentido que adquieren algunos términos en lugares específicos y épocas determinadas. Por eso, le dedicaremos esta entrada a la evocación de las “confiterías” argentinas de los siglos XIX y XX, especialmente a las de la Ciudad de Buenos Aires. Los historiadores urbanos Enrique Mayochi y Jorge Busse proponen una excelente explicación de la diferencia entre la confitería de antaño y el resto de los locales gastronómicos, al decir que “confiterías las hubo desde siempre y siempre fueron más que cafés, porque eran presentadas, más  que  un  lugar para solitarios y jugadores de dados, como un ámbito para familias, parejas  de  novios  y señoras”. Y agregan: “el diccionario las define como establecimientos en los que los confiteros hacen y venden dulces, a lo que se agrega que en algunas zonas son también salones de té, cafeterías y bares. En nuestro caso, el de las ciudades y pueblos de la Argentina, una confitería fue a la vez lo uno y también lo otro”.


En esta tesis tan concisa como efectiva  se  dejan   entrever algunos rasgos de identidad que poseían  los locales que  nos ocupan: la presencia asidua del género femenino (rara vez visible en los sórdidos bolichones y fondines    pretéritos),    la elaboración propia de algunas delicatesen (dulces y saladas) y un ambiente general de categoría y distinción. Desde ya  que  no todas las que se denominaron de esa manera estuvieron siempre a la altura de las circunstancias, pero trataremos de recordar un puñado de   aquellas que lograron inmortalizarse como reductos aptos para reuniones, tertulias y encuentros entre los habitantes porteños a lo largo de muchas décadas. Así, en un somero repaso por los barrios, podríamos señalar no pocos ejemplos ubicados en Belgrano, como la Confitería Belgrano que ya existía en 1876 junto a la estación homónima  (Mendoza y Arriberños), o la Confitería Bassi, de  gran  importancia social y  política  en  su época.  No  menos trascendente fue la Confitería de las Barrancas de Belgrano, fundada en 1915 y cuyo local (11 de Septiembre y La Pampa) es ocupado hoy por una oficina de la Dirección de Espacios Verdes de la ciudad.
 

Pero, lógicamente, las más célebres en la memoria colectiva son aquellas situadas dentro de la zona céntrica y sus alrededores, con alguna digna excepción. Elegimos tres para el recuerdo, que son ni  más  ni  menos que las confiterías Del Molino, Ideal y Las Violetas. Cualquier porteño medianamente conocedor de su ciudad sabe muy bien los motivos de esa elección,  tratándose de comercios legendarios con una enorme carga histórica y cultural, aunque con muy diferente suerte según cada caso. Si hablamos de la primera, su inauguración se remonta al año 1917 en la tradicional esquina de Callao y Rivadavia, que fuera adquirida por el pastelero iltaliano Cayetano Brenna algunos años antes. El comerciante peninsular ya era conocido desde el siglo XIX por ofrecer sus especialidades (merengue, marrón glacé, panettone de castañas, imperial ruso) en un local cercano de la calle Rodríguez Peña. La construcción del edificio contó con materiales traídos directamente de Europa en la línea de los lujosos mármoles y vitraux tan requeridos entonces. Durante decenios, la Confitería del Molino fue un lugar de reunión por excelencia para la burguesía y  buena  parte  del ambiente artístico y político, al punto de que la mayoría de los legisladores del vecino Congreso tenía abierta allí su cuenta corriente. A Brenna le siguieron las administraciones de Renato Varesse (1938 a 1950), Antonio Armentano (1950 a 1978) y los  propios  nietos del fundador, quienes no pudieron sostener el veterano emprendimiento con la consecuente baja de cortinas el 23 de febrero de 1997. Hoy, el edificio duerme un largo sueño, a pesar de haber sido declarado lugar histórico nacional y patrimonio cultural de la UNESCO.
 
 
La Confitería Ideal nació en 1912 como “salón de té”. En sus buenos años llegó a contar con una auténtica orquesta de señoritas y se  erigía  como  el  lugar elegido por las muchachas oficinistas que trabajaban cerca para  reunirse  en  animadas  veladas. Independientemente  de su estampa física,  el   sitio  contaba  con   toda  la oferta característica de los comercios de su categoría: confites,  productos  de  pastelería, panificación fina, servicio de lunch y las mejores alternativas en artículos de licorería y cafetería. Luego de varios años signada por una vida  agónica,  su  declaración  de patrimonio histórico y bar notable (1) la convirtió en  un centro de interés  para el turismo extranjero. Actualmente se realizan allí cursos de tango y otros eventos de carácter cultural.


Dejamos para el remate a la confitería que mejor representa un caso de “final feliz”. Se trata de Las Violetas, inaugurada en 1884 y remodelada en la década de 1920 con la incorporación de materiales similares a los de sus congéneres, de acuerdo con el gusto por el lujo arquitectónico típico de  su  tiempo: vidrios curvos,   vitrales  y  mármoles importados. Luego de una vida intensa y exitosa cayó en el penoso olvido que la hizo cerrar a principios de la década de 1990. En 2001 pasó a formar parte de la lista de bares notables porteños y fue restaurada en todo su esplendor, comenzando así una etapa en la que parece tener el mismo suceso que en sus mejores épocas. Las Violetas cuenta con el servicio gastronómico más completo de su tipo, que incluye no solamente las consabidas preparaciones reposteras y pasteleras, sino también un variado menú para almuerzos y cenas. Quizás por ello, o  por su belleza visual, o simplemente  por su ángel, es tan frecuentada por la vecindad  ciudadana en esa esquina noreste de Medrano y Rivadavia.


Notas:

(1) Los bares notables son 73 establecimientos gastronómicos seleccionados por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en base a su riqueza histórica, cultural y arquitectónica. Además de las mencionadas confiterías y a modo de ejemplo, otros integrantes de la lista son La Biela, el Tortoni, Los 36 Billares, el Bar Británico, La Giralda y El Federal. No obstante  la propaganda que implica pertenecer a  tan  prestigiosa nómina, ha habido casos recientes de cierres definitivos en establecimientos notables, como el Café Argos de Chacarita y la Confitería Richmond de la calle Florida. El compendio completo de establecimientos incluidos se puede consultar en Wikipedia:  http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Bares_notables_de_Buenos_Aires

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