viernes, 30 de diciembre de 2011

La edad de oro de los puros argentinos 4

A lo largo de tres entradas hemos dado una enumeración detallada de la industria nacional de cigarros en los tiempos pretéritos del 1890-1900, así como de su importancia y envergadura. Miles de obreros empleados, una activa comercialización local y una buena exportación de los productos manufacturados a ciertas plazas de renombre como la propia Europa, son algunos de los datos que nos hablan de una actividad asombrosamente próspera y dinámica. Sin embargo, hacia la década de 1920 todo ello era sólo un grato recuerdo del pasado. ¿Qué ocurrió con tan grande sector de la riqueza argentina? ¿Cómo pudo disolverse hasta casi desaparecer? Pues bien, la misma fuente que nos sirvió para conocer la mejor época de aquella notable rama industrial nos explica los motivos que causaron su deceso.
En efecto, la Historia del tabaco de Juan Domenech dedica un capítulo entero al tema que nos ocupa en esta entrada, bajo el título de "Cómo desapareció la industria nacional de cigarros de hoja". Para comenzar, cita las palabras de Juan Ponte López en la revista tabacalera "La Verdad" de Junio de 1926.


Según el citado, "lo que ha pasado con la industria de los cigarros tiene todos los caracteres de un mito helénico; pareciera que un Dios, acaso Júpiter Tonante, se hubiera obsesionado en perseguir y destruir esta industria tabacalera caída en desgracia. La administración fiscal y su burocracia han dejado arrinconada a esta industria, facilitando la expansión y progreso de los productos de compenetcia extranjera".
Todo indica que la institución de un "jurado" de personajes notables del sector en 1905 fue la clave de la ruina, puesto que semejante cuerpo estuvo compuesto exclusivamente por importadores que privilegiaron sus productos, creando una tabla de aforos al peso para los cigarros extranjeros y de impuestos al precio de venta al consumidor para la producción argentina. Analizando esta aparentemente trivial disposición, es posible darse cuenta de la enorme trampa que escondía. Mientras los cigarros extranjeros pagaban el impuesto por su peso, quedando luego libres para expenderse a cualquier precio en el mercado del país (con gran conveniencia para los importadores y minoristas), los cigarros de producción argentina debían pagar sus impuestos en relación al precio de venta al consumidor.


Lo antedicho parece mentira, ya que se trataba de una injusticia a todas luces contra la producción argentina, pero así fue. Domenech pone un ejemplo directo de acuerdo con la tabla de aforos del 11 de Junio de 1905: 1000 puros tipo "excepcional" (1) provenientes de la Habana pagaban $ 0,12 por unidad (peso total de 10 kilogramos), mientras que 1000 excepcionales argentinos elaborados con tabaco cubano (es decir, una calidad similar), pagaban $ 0,18 por unidad, tomando como base su precio de venta a $ 90 el millar. Muy simple: los empresarios locales debían abonar $ 60 más por cada 1000 cigarros; casi una multa por el delito de haber sido fabricados en el país.
La consecuencias de tamaño disparate avalado por el fisco no tardaron en llegar a través de un rápido y generalizado cierre de fábricas. Y lo que es peor, como dice Domenech. "la industria se disolvió literalmente y los miles de obreros, para no perecer, se refugiaron en sus casas y desde éstas comenzaron a lanzar sobre el mercado millones de cigarros de pésima calidad y sin impuesto, a precios de imposible competencia (...) De este modo se trocó esta próspera industria, todo en detrimento del trabajo, del consumo y del propio fisco, que secó una de sus mejores fuentes de ingresos".
Si se investiga un poco en las publicaciones de la época, la debacle se visualiza de manera clara gracias a la escasez de publicidades de puros argentinos durante las décadas siguientes, en contraste con la abundante cantidad de avisos de productos similares importados. Vayan como ejemplo los siguientes anuncios aparecidos en la famosa revista "Caras y Caretas" en el transcurso del año 1916.




Nada quedó de aquello, con excepción de un puñado de fábricas de toscanos (2) y algún que otro taller dedicado aisladamente a confeccionar puros propiamente dichos. Así, los argentinos se fueron acostumbrando a la idea (aún hoy vigente) de que su país nunca tuvo una producción destacada de cigarros con una calidad competitiva a nivel internacional. Una idea muy equivocada si volvemos a los últimos años del siglo XIX, ¿no es verdad?

Notas:

(1) Las vitolas (para el lego, los diferentes formatos y tamaños de los cigarros) no tenían entonces los mismos nombres que hoy. Dejando de lado al eterna y universalmente uitilizado "corona", hacia 1900 se empleaban otras denominaciones, tanto en la industria como en el comercio: londres, victorias, británicas, imperiales, princesas. Un cigarro excepcional era el equivalente al doble corona actual..
(2) En rigor, fue a partir de los comienzos del siglo XX que los toscanos comenzaron sus tiempos de gloria, que se extendieron desde 1900 hasta finales de la década de 1950. En apenas los primeros veinte años de ese lapso, en cambio, la industria de los puros argentinos "no toscanos" desapareció.

1 comentario:

  1. Era la época de "El País de las Vacas y el Trigo", que creía que con la produccíon agropecuaria solamente se traería riqueza al país. Esto era también una suerte de lucha de clases entre la oligarquía agropecuaria y la clase media industrial.

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